“La gran Cartago dirigió tres guerras.” Escribió alguna vez Bertolt Brecht. “Después de la primera todavía era poderosa,
después de la segunda todavía habitable. Después de la tercera ya no era
posible encontrarla.” El binomio “Cartago” y “delere” pasó a formar parte
de la historia.
Delere: Destruir,
destrozar, demoler, borrar, anular, causar estragos.
Cartago ha sido
nuevamente escenario de la destrucción, pero ésta vez, dirigida a destrozar
obras de arte, a anular la libertad de expresión, a causar estragos en la
cultura, a borrar los rasgos de progreso y civilización, a demoler el
pensamiento crítico y a borrar del mapa a un Estado laico para imponer la Sharia
y hacer de Túnez una república islámica.
Esta vez, los causantes de la destrucción no son las legiones de un imperio
enemigo, sino las hordas islámicas autóctonas: Los Salafistas de Cartago. La
palabra Salafista se deriva del vocablo árabe salaf, que significa “los ancestros
piadosos”. Es una rama del Islam
conservadora, particularmente radical e intolerante.
Del 2 al 10 de
junio se presentó en el Palacio Abdellia de la ciudad La Marsa, a 18
kilómetros de la capital Túnez, la muestra de arte contemporáneo titulada “Primavera
del arte”, con obras de artistas independientes y patrocinada por el Ministerio
de Cultura.
En un acto de autocensura,
previo a la inauguración de la exposición en el Palacio Abdellia, los
curadores decidieron retirar la invitación al artista plástico Electro Jaye al
considerar sus carteles como una crítica directa al Partido Ennahda. Los
posters de Jaye muestran la estrella de David, una cruz y la media luna con el
texto: „République Islaïque de Tunisie“. Se trata de un juego de palabras
que, en “Islaïque” combina las
palabras islámista y laicista. Lo cual se lee como „República Islaicista de Túnez“.
(Foto Jaye/Artinfo)
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El domingo 10 de
junio, un grupo de visitantes, tres hombres y una mujer con velo, exigieron a los
curadores de la muestra retirar una serie de obras por considerar que ofendían los
valores sagrados del Islam. Los organizadores se negaron a tal petición. El
grupo amenazó con acciones jurídicas y
lanzó un ultimátum para retirar las obras antes de las seis de la tarde, prácticamente
poco antes de la clausura oficial del evento. Algunos artistas que se encontraban
ahí, comentaron el incidente a través de las redes sociales y pronto se reunió
un grupo de unas 200 personas en las instalaciones de la muestra para apoyar a
los artistas. Poco después fueron desalojadas por la policia de manera
pacífica. Pero también los visitantes inconformes hicieron uso de las redes
sociales para publicar los nombres de los artistas y para incitar una gran movilización. Cerca de la medianoche, un grupo de Salafistas
se reunió fuera del Palacio Abdellia, irrumpieron en las salas y destruyeron
una docena de cuadros, esculturas e instalaciones.
Entre ellas, se
encontraba un tríptico de un hombre con los ojos, las orejas y los labios
cocidos con hilo y aguja; el retrato de un hombre barbado y enojado al que le salía humo
por las orejas; un acto femenino frente a un grupo de hombres
barbados; una obra titulada “Ring”, la cual mostraba una serie de rostros
femeninos pintados en los sacos de entrenamiento que usan los boxeadores; una
representación de la palabra “Alá” formada con los cuerpos de hormigas. En
algunos medios se dice que no eran hormigas, sino moscas muertas.
“Smell”, instalación de Nadia Kaabi-Linke expuesta durante la Bienal “Cartago Contemporáneo” en el Centro
Cultural Akropolium en la ciudad de Cartago.
La leyenda salafista “No hay más Dios que Alá y Mohamed es su profeta”, formada con flores de Jazmín cocidas sobre un
paño negro, desaparece cuando se marchitan y caen. Al final queda la bandera negra
de los Salafistas como muestra de lo poco que representan para el futuro de Túnez.
(foto dpa/SZ)
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La destrucción de las obras de arte marcó el
inicio de una ola de disturbios durante varios días en varias ciudades del
país. Además de causar daños a centros de cultura y al Instituto de las Bellas
Artes, los Salafistas incendiaron puestos de policía, oficinas de partidos
políticos laicos, bares y tiendas donde se vende alcohol. Cientos de personas
resultaron heridas, una murió y se registraron más de 150 detenciones.
Túnez es
considerado un país liberal, recordemos que ahí se inicio la Primavera Árabe,
que a nivel interno desembocó en la Revolución del Jazmín, que destituyó al
presidente Zine el Albidine Ben Ali (en el poder de 1987 a 2011). Sin embargo, los intereses de los grupos
islámicos lidereados por los Salafistas dominan la conformación del gobierno
de coalición a través del Partido Islámico Ennahda (“Partido del Renacimiento”,
prohibido antes de 2011 y ahora uno de los más fuertes en el país.
Las declaraciones de las autoridades sobre los hechos muestran el nivel de infiltración del pensamiento religioso en las estructuras del nuevo gobierno, aparentemente laico. El Ministro de Cultura Mehdi Mabrouk dijo defender la libertad del arte, pero al
mismo tiempo expresó que el arte no debía tocar los temas sagrados o símbolos
religiosos, ni ser revolucionario. Además acusó a los artistas de no acatar su
obligación moral y jurídica, y les recomendó evitar cualquier
provocación para asegurar la libertad de expresión. Finalmente calificó a
varias de las obras destruídas como de baja calidad artística. Por su parte, el Ministro de Derechos Humanos Samir Dilou calificó la irrupción en el Palacio Abdellia como un acto terrorista, pero enfatizó que el pueblo tiene derecho
de encolerizarse ante el arte que ofende a Dios. Como era de esperarse, el Ministro
de Asuntos Religiosos Nourredine Khadami exigió que la violación de los
símbolos sagrados del Islam debería castigarse con la ley.
Los analistas
políticos coinciden
en que las revueltas responden a la manipulación orquestada entre los Salafistas
y el Partido Ennahda para debilitar a los partidos laicos con los que comparte
el poder. Ennahda esta conformado con
una base islámica conservadora, empeñada en “defender” al Islam y reducir el
rango de libertad de la población, a imponer la Sharia en la Constitución y a hacer
de Túnez un Estado islámico.
Los Salafistas
hacen todo lo posible por materializar la sentencia que los identifica: “Regresar al Corán”, eso significa
imponer los preceptos religiosos en todos los aspectos de la vida. Uno de sus
objetivos más ambiciosos es la reimplantación del califato, como una manera de
distinguirse de las corrientes más moderadas que consideran a la democracia y
el socialismo como sistemas compatibles
con el Islam. En su lógica religiosa, su estrategia busca liberar a Túnez de la
democracia e instalarlo en un estado de desarrollo similar al que existía en los tiempos de la tercera generación después de Mahoma. Sueños magufos, pero peligrosos.
"les recomendó evitar cualquier provocación para asegurar la libertad de expresión"
ResponderEliminarEso es TAN típico: "Puedes tener libertad de expresión, pero nada más la que yo diga".
Así es, totalmente absurdo! Sobre todo, cuando la recomendación la hace precisamente el "Ministro de Cultura". Quién sabe cuál sea su carrera profesional, pero seguramente no tiene nada que ver con artes o humanidades.
EliminarLo que si saben los gobiernos autocráticos y autoritarios, es que el arte es una expresión del pensmiento crítico porque implica una serie de procesos: Conocer, pensar, reflexionar, experimentar, actuar y crear. Y lo más importante, lleva a los expectadores a activar los mismos procesos. Es un multiplicador del pensamiento crítico!
Lo que ellos desean es un arte dirigido exclusivamente al deleite de los sentidos. Cualquier tipo de libertad de expresión se opone a su idea de control absoluto.
Fuera de los salafistas que destruyeron las obras en La Marsa, las masas que protagonizaron los disturbios en los días siguientes nunca vieron las obras, les bastó el llamado de los líderes religiosos para actuar. Masas cautivas!
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